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EL DADO

Capítulo 1: El comienzo

 

La carretera se extiende frente a mí, un hilo negro y sinuoso que se pierde en el horizonte. La brisa fresca de la mañana acaricia mi rostro a través del casco, y el suave ronroneo de mi motocicleta se mezcla con los sonidos de la naturaleza despertando. Este es mi lugar feliz, mi escape, la carretera abierta.

 

No hay nada que me guste más que perderme en un viaje sin destino fijo. La sensación de libertad, el viento en contra, la emoción de lo desconocido. Hoy, como muchos otros días, he decidido seguir el instinto, eligiendo caminos al azar, buscando esos rincones olvidados por el mundo.

 

Mi motocicleta, una compañera fiel y robusta, lleva las cicatrices de numerosas aventuras. No es el modelo más nuevo ni el más llamativo, pero nunca me ha fallado. La arranco, y el sonido del motor llenando el aire me hace sonreír. Es hora de partir.

 

A medida que avanzo, los paisajes cambian: campos verdes, pequeñas poblaciones, colinas que se elevan en la distancia. Cada cruce de caminos es una decisión: izquierda, derecha, seguir recto. Por ahora, dejo que mi intuición guíe mis elecciones, disfrutando del mero acto de estar en movimiento.

 

A lo largo del camino, hago paradas ocasionales. Un café en una pequeña cafetería de carretera, una charla breve con un anciano que pasea a su perro, una foto de un paisaje que captura mi atención. Estos momentos son los que atesoro, instantáneas de una vida que fluye al ritmo de la carretera.

 

Conforme el sol comienza a ascender, siento esa familiar sensación de libertad absoluta. Es en estos momentos, con el mundo deslizándose bajo mis ruedas, donde me siento más vivo. Cada viaje es una historia, y esta es solo el comienzo.

 

Capítulo 2: Llave y espada

El sol ya estaba alto en el cielo cuando decidí tomar un desvío hacia un camino menos transitado, uno de esos senderos que prometen soledad y vistas espectaculares. La carretera serpenteaba hacia arriba, llevándome a través de densos bosques que se abrían esporádicamente para revelar la vastedad del paisaje montañoso.

 

Finalmente, llegué a un pequeño mirador, un lugar solitario que ofrecía una vista panorámica de la sierra. La tranquilidad era casi tangible, sólo rota por el suave zumbido de los insectos y el lejano canto de los pájaros. Me detuve, apagando el motor de la moto, y me bajé para estirar las piernas y respirar el aire puro de la montaña.

Mientras me acercaba al borde del mirador, un brillo metálico en el suelo captó mi atención. Era un dado. Lo recogí, sintiendo su fría superficie contra mi piel. Era extraño encontrar algo así en un lugar tan remoto. Estaba fabricado en metal, con un peso sorprendente para su tamaño. Su superficie era de un color bronce oscuro, patinada por el tiempo, con cada arista y esquina ligeramente desgastada, suavizada por incontables lanzamientos y manipulaciones.

 

Las caras del dado estaban marcadas con números, grabados profundamente en el metal. Estos números, del uno al seis, tenían un estilo de fuente antiguo, reminiscente de las inscripciones que se podrían encontrar en artefactos de eras pasadas. La tinta negra que rellenaba los grabados estaba desvanecida en algunos lugares, dando a los números una apariencia irregular y casi mística. En lugar del punto que normalmente se encuentra solitario en la cara que corresponde al numero uno, tenia una cruz formada por una llave antigua y una espada.

 

Cuando la luz incidía sobre él, el dado revelaba pequeñas imperfecciones en su superficie, diminutas marcas y arañazos, testimonios silenciosos de su larga historia. Era fácil imaginar que el dado había sido forjado en una época distante, tal vez por un artesano de gran habilidad y conocimiento.

 

Me pregunté sobre su origen: ¿quién lo habría traído aquí y por qué? Pero estas preguntas pronto dieron paso a una curiosidad más lúdica. Se me ocurrió que podría usar este dado de una manera divertida durante mi viaje, quizás para decidir mi próximo destino o acción.

 

Guardé el dado en el bolsillo de mi chaqueta, sintiendo su peso como un recordatorio constante de su presencia. En ese momento, no tenía idea de cuánto cambiaría este pequeño objeto mi forma de ver el mundo y de tomar decisiones. Era simplemente un hallazgo curioso, un pequeño misterio en mi aventura, un toque de lo inesperado que siempre buscaba en mis viajes.

 

Regresé a mi motocicleta, mirando una vez más el vasto panorama antes de mí. El mundo parecía infinito desde esa altura, lleno de posibilidades y caminos no explorados. Con el dado en mi bolsillo, sentí una chispa de emoción. Tal vez este viaje sería diferente a los demás; tal vez este pequeño objeto metálico me llevaría a experiencias que nunca había imaginado.

 

Con una última mirada al paisaje, me subí a la moto, arranqué el motor y continué mi viaje, con el dado como mi nuevo compañero de aventuras.

 

Capítulo 3: Primer lanzamiento

 

La carretera continuaba su danza a través del paisaje, y yo con ella, llevado por un sentimiento de libertad y expectativa. El dado de metal en mi bolsillo era ahora una presencia constante, un pequeño misterio que añadía un nuevo sabor a mi viaje.

 

Al mediodía, llegué a un cruce de caminos. Normalmente, habría consultado mi mapa o seguido mi instinto para elegir mi próximo destino. Pero esta vez, me detuve, recordando el dado en mi bolsillo. "¿Por qué no?", pensé. Podría ser divertido dejar que el azar decidiera por mí, aunque fuera solo por esta vez.

 

Saqué el dado y asigné una opción a cada número: 1 para girar a la izquierda, 2 para seguir recto, 3 para volver, y así sucesivamente. Luego, con un movimiento de muñeca, lo lancé sobre el asfalto. Rodó unos momentos antes de detenerse. El número que mostraba arriba era el 4: girar a la derecha.

 

Sonreí ante la simplicidad del acto. Girar a la derecha. ¿Por qué no? Guardé el dado y giré el manillar de mi moto, tomando el camino que me había asignado el azar. Ese día, el dado me llevó por caminos que nunca habría elegido por mi cuenta. Descubrí un pequeño lago escondido, perfecto para un refrescante baño. En un pequeño pueblo, encontré un restaurante de carretera donde servían el mejor asado que había probado en mucho tiempo. Incluso me crucé con un grupo de otros motociclistas y compartimos historias y risas durante un breve descanso.

 

Cada decisión tomada por el dado parecía llevarme a una experiencia positiva o interesante. Era como si el universo estuviera jugando conmigo, guiándome a través de su propio juego misterioso. Al final del día, cuando me detuve para acampar bajo un cielo estrellado, no pude evitar reflexionar sobre las sorprendentes vueltas que mi viaje había tomado.

 

"Quizás hay algo más en este dado", pensé, mirándolo brillar bajo la luz de la luna. Pero rápidamente deseché la idea como una fantasía. Era solo un juego, una forma divertida de añadir un poco de imprevisibilidad a mi aventura. Sin embargo, en lo profundo de mi mente, una parte de mí no podía dejar de preguntarse si realmente era solo eso.

 

Esa noche, me dormí con el sonido de la naturaleza a mi alrededor, y el dado a mi lado. Había comenzado como un simple objeto encontrado por casualidad, pero ahora, sin saberlo, se estaba convirtiendo en algo mucho más significativo en mi viaje.

 

Capítulo 4: Golpe de Fortuna

 

Los días siguientes en la carretera se convirtieron en un tapiz de sorpresas agradables, cada una dictada por el lanzamiento del dado. Había establecido una rutina matutina: despertar, preparar un café sobre mi pequeña estufa de campaña, y luego, con el dado en mano, decidir el rumbo del día.

 

Las decisiones eran simples: seguir recto, tomar un desvío, detenerme en el próximo pueblo, o incluso algo tan mundano como probar un nuevo plato en un restaurante local. Cada lanzamiento del dado parecía llevarme a experiencias que, de otra forma, nunca habría tenido.

 

Un día, el dado me guió a una ruta de montaña serpenteante, donde encontré un mirador con vistas que cortaban el aliento, un lugar que ni siquiera aparecía en mi mapa. Otro día, un giro a la izquierda en un cruce me llevó a un festival de música en un pueblo pequeño, donde la alegría y la música me envolvieron en una atmósfera de festividad y comunidad.

 

Incluso las personas que conocía parecían ser fruto del destino dictado por el dado. Como aquel anciano coleccionista de mapas antiguos, con quien compartí historias y del que aprendí secretos olvidados de las carreteras. O la amable familia que atendía un pequeño hostal en un pueblo escondido, donde me trataron como a uno más de los suyos.

 

Empecé a sentir una extraña conexión con el dado. Era como si, de alguna manera, entendiera lo que necesitaba o lo que sería bueno para mí. Cada noche, al repasar el día, no podía evitar sentirme asombrado por la forma en que las cosas se habían desarrollado.

 

Por supuesto, había un lado racional en mi mente que insistía en que todo era pura coincidencia. Pero a medida que los días pasaban y las sorpresas agradables se acumulaban, esa voz racional se fue haciendo más débil. Comencé a preguntarme si había algo más en juego, una especie de guía invisible que se manifestaba a través del azar del dado.

 

Esta sensación se intensificó una tarde, cuando, siguiendo la indicación del dado, me desvié por un camino de tierra que llevaba a una colina. Allí, justo al atardecer, me encontré con un paisaje de colores vibrantes en el cielo, un espectáculo que me dejó sin aliento. En ese momento, con el dado en mi mano y la belleza del mundo desplegándose ante mí, sentí una profunda conexión con algo más grande que yo mismo.

 

El juego había comenzado como una simple diversión, pero ahora estaba empezando a transformar mi percepción del mundo y de cómo me movía en él. El dado no era solo un objeto; se estaba convirtiendo en un compañero de viaje, un guía misterioso en mi búsqueda de aventuras y experiencias nuevas.

 

Capítulo 5: Jugada Diaria

 

El viaje por la sierra eventualmente llegó a su fin, pero la influencia del dado en mi vida apenas comenzaba. Regresé a mi rutina diaria, pero algo había cambiado. La vida en la ciudad, con sus horarios y rutinas, se sentía ahora extrañamente plana y predecible. La sensación de aventura y sorpresa que el dado había traído a mi viaje me hacía falta. Así que, casi sin darme cuenta, comencé a incorporar el dado en mi vida cotidiana.

 

Al principio, era para decisiones pequeñas: qué comer en el desayuno, qué camisa ponerme, qué ruta tomar para ir al trabajo. Cada lanzamiento del dado añadía un elemento de incertidumbre, un pequeño toque de aventura a las tareas más mundanas.

 

Sorprendentemente, estas pequeñas decisiones aleatorias a menudo resultaban ser gratificantes. Escogía comidas que nunca habría probado, descubría atajos pintorescos en mi camino al trabajo, y hasta mi vestimenta se volvía más variada y colorida. Mis amigos y colegas comenzaron a notar los cambios. "¿Nueva dieta?" o "Me gusta tu nueva camisa, ¿nuevo estilo?" eran comentarios comunes. Yo solo sonreía y asentía. El dado se había convertido en mi secreto personal, mi pequeño toque de magia en el día a día.

 

Pero no me detuve ahí. Empecé a usar el dado para decisiones más importantes. ¿Debería asistir a esa reunión social el viernes por la noche? ¿Qué proyecto debería abordar primero en el trabajo? Cada lanzamiento me llevaba por caminos inesperados, pero sorprendentemente exitosos. Los proyectos en los que trabajaba bajo la guía del dado resultaban ser los más exitosos, y las reuniones sociales a las que asistía me abrían puertas a nuevas amistades y oportunidades.

 

Incluso en el amor, el dado jugó un papel. Una noche, indeciso sobre si enviar un mensaje a alguien que me interesaba, dejé que el dado decidiera. El resultado fue un sí, y esa decisión me llevó a una de las relaciones más significativas y enriquecedoras de mi vida.

 

La gente empezó a comentar sobre mi "buena suerte" y mi "intuición infalible". Yo sabía que el dado estaba detrás de todo, pero me guardaba esa información. Era mi talismán, mi conexión con un mundo más amplio y misterioso.

 

Con cada éxito, mi confianza en el dado crecía. Empezaba a sentir que no era solo un objeto, sino un enlace a una suerte de destino o fuerza mayor que guiaba mis pasos. Cada lanzamiento era una pregunta al universo, y hasta ahora, las respuestas habían sido extraordinariamente favorables.

 

Capítulo 6: Filosofía del azar

 

A medida que mi vida se entrelazaba cada vez más con el dado, comencé a desarrollar una especie de filosofía en torno al azar. El dado había dejado de ser simplemente un objeto curioso para convertirse en un símbolo de una forma de vida más profunda y significativa.

 

Empecé a leer sobre teorías del caos, destino y libre albedrío. Los libros y artículos que devoraba hablaban de cómo pequeños eventos aleatorios podían tener grandes impactos, de cómo el universo podría ser tanto caótico como ordenado. Me fascinaba la idea de que, tal vez, el azar no fuera simplemente aleatorio, sino una forma de orden no comprendido.

 

Mis conversaciones con amigos y colegas también comenzaron a cambiar. Donde antes hablaba de temas cotidianos, ahora exploraba cuestiones más profundas sobre el destino, la suerte y el papel del azar en nuestras vidas. Algunos se mostraban intrigados por mis nuevas ideas, mientras que otros se reían amistosamente de lo que consideraban una excentricidad más en mi carácter.

 

En el trabajo, mis decisiones impulsadas por el dado seguían trayendo éxitos inesperados. Mis jefes y compañeros comenzaron a verme como alguien con un 'toque mágico' para los negocios. "Alex siempre sabe qué hacer", decían. Si tan solo supieran que todas esas decisiones venían del lanzamiento de un pequeño objeto de metal...

 

Pero no era solo en el trabajo donde el dado influía. En mi vida personal, cada elección hecha al azar parecía llevarme a experiencias enriquecedoras y significativas. Fue como si el dado estuviera sintonizado con una frecuencia secreta del universo, guiándome hacia caminos que yo solo no habría elegido.

 

Esta creciente creencia en el poder del dado me llevó a cuestionar la naturaleza misma de la realidad. ¿Estaba realmente tomando decisiones, o era simplemente un peón en un juego cósmico más grande? ¿Existía tal cosa como el destino, y de ser así, estaba el dado de alguna manera conectado a él?

 

Estas preguntas me llenaban de asombro y, a veces, de una inquietante sensación de insignificancia. Sin embargo, había algo embriagador en la idea de estar conectado a algo más grande, algo que trascendía la comprensión humana. El dado había abierto una puerta a un mundo donde la línea entre el azar y el destino era borrosa y misteriosa.

 

A medida que mi viaje con el dado continuaba, me sumergí más profundamente en este mundo de incertidumbre y maravilla, sin darme cuenta de que estaba a punto de cruzar un umbral del cual sería difícil regresar.

Capítulo 7: Doble o nada

 

En medio de mi creciente confianza en el dado, ocurrió algo que cambiaría mi vida de una manera que nunca imaginé. Mi curiosidad y mi apetito por el riesgo, alimentados por los éxitos continuos del dado, me llevaron a explorar el mundo de las inversiones en bolsa. Era un terreno desconocido para mí, pero armado con mi dado, me sumergí en él con una mezcla de audacia y fe ciega.

 

Sorprendentemente, cada inversión que hacía basada en los lanzamientos del dado resultaba en ganancias significativas. No pasó mucho tiempo antes de que mi éxito en el mercado de valores llamara la atención. Mis inversiones parecían tener un toque mágico, y pronto dejé mi trabajo habitual para dedicarme de lleno a esta nueva y lucrativa actividad.

 

A medida que mi fortuna crecía, también lo hacía mi reputación. Recibía constantemente ofertas para convertirme en consultor financiero, pero las rechazaba todas. Parte de mi temor era ser descubierto como un ignorante en finanzas, pero había una razón más profunda y personal para mi reticencia. Sentía que mi relación con el dado era exclusiva, algo místico que solo me pertenecía a mí. Temía que al usarlo para beneficiar a otros, de alguna manera diluiría su poder o perdería esa conexión especial que sentía que había establecido.

 

En este punto de mi viaje con el dado, estaba convencido de que lo que me sucedía no era simple suerte. Empecé a creer en una especie de sincronía inexplicable, una conexión entre mi fe inquebrantable en el dado y la secuencia de éxitos que estaba viviendo. Parecía que mientras estuviera dispuesto a correr el riesgo de obtener un resultado opuesto, de perder algo, el dado me guiaría hacia todo lo que me propusiera alcanzar.

 

Mi método para utilizar el dado se había convertido en un ritual meticuloso. Para cada decisión, seleccionaba seis opciones: dos ideales que realmente deseaba, dos no deseables que preferiría evitar, y dos neutras. A veces, para aumentar la apuesta – y la adrenalina -, elegía tres opciones deseables y tres no deseables, equilibrando el juego entre éxito y fracaso, todo o nada. Para las decisiones si/no usaba pares y nones. Mi única responsabilidad era balancear los posibles resultados. Estaba totalmente convencido que mi honestidad era la única condición para lograr la conexión del dado.

 

La asignación de números a cada opción era un proceso totalmente aleatorio. Utilizaba pequeñas esferas metálicas, similares al dado, que contenían números del uno al seis. Esta selección se registraba en una libreta, donde siempre anotaba la fecha, el lugar, las seis opciones y el resultado final del lanzamiento.

 

Por supuesto, no todo en la vida podía decidirse con el dado. Había momentos en los que tenía que confiar en mi juicio y experiencia, especialmente en situaciones que requerían una respuesta rápida o cuando las circunstancias no permitían una deliberación cuidadosa. Pero incluso en estos momentos, sentía la influencia del dado en mi subconsciente, como si hubiera entrenado una parte de mi mente para pensar en términos de probabilidades y posibilidades.

 

Este equilibrio entre la intuición y el azar se convirtió en una forma de arte en sí misma. Empecé a percibir la vida como un tablero de juego en el que cada decisión, ya fuera tomada por el dado o por mí, era una jugada en un juego mayor y más complejo. La incertidumbre ya no era un enemigo, sino un compañero constante en mi viaje, proporcionando tanto desafíos como oportunidades.

 

Mirando hacia atrás en mi relación con el dado, era evidente que había evolucionado de ser una simple herramienta de toma de decisiones a un símbolo de mi filosofía de vida. A través del dado, había encontrado una forma de equilibrar el caos y el orden, la aventura y la precaución, la ambición y la humildad.

 

Mi fe en el dado había alcanzado un punto tal que cualquier resultado adverso lo interpretaba como una señal positiva, una protección contra un mal mayor que no podía ver. Esta creencia se mantuvo firme incluso cuando los resultados no eran favorables. A pesar de esto, mi confianza en el dado permanecía intacta. Empecé a creer que, de alguna manera, estaba siendo probado. Quizás había algo en mi que necesitaba cambiar, y el dado me estaba guiando hacia esa realización. Cada resultado negativo se convirtió en un enigma, un desafío para entender qué estaba haciendo mal.

 

Esta forma de pensar se convirtió en una constante en mi vida. Cada vez que el dado dictaba una opción que no era la deseada, en lugar de cuestionar su eficacia, me preguntaba qué lección estaba detrás de esa elección. ¿Estaba el universo intentando enseñarme paciencia, humildad, o a enfrentar mis miedos? Comencé a ver estos resultados no como fracasos, sino como oportunidades para el crecimiento personal y la auto-reflexión.

 

Sin embargo, esta interpretación de los resultados del dado también tenía su lado oscuro. Me estaba volviendo más reacio a aceptar la realidad de las situaciones y a asumir la responsabilidad de mis acciones. La línea entre la fe en el dado y la evasión de la realidad se estaba difuminando. No me daba cuenta en ese momento, pero estaba poniendo las bases para una crisis mucho más profunda, una que cuestionaría todo lo que había llegado a creer sobre el dado, el destino y mi propio papel en la orquestación de mi vida.

 

Capítulo 8: Racha Perdida

 

A medida que los días pasaban, empecé a notar un cambio perturbador en el patrón de los resultados del dado. Los lanzamientos favorables, que antes parecían abundar, ahora se habían vuelto menos frecuentes. Una noche, revisando mi libreta, me di cuenta de que los resultados desfavorables habían alcanzado a los favorables. Esta revelación me sacudió profundamente.

 

En un intento de evitar más pérdidas, comencé a posponer decisiones importantes, esperando que mi mala racha terminara. Pero los términos y plazos se acumulaban, y no había otra opción que enfrentar las decisiones pendientes. En un período sorprendentemente corto, mi capital de inversiones, que una vez parecía inagotable, se evaporó. A pesar de estos reveses, aún creía, o quería creer, que todo era parte de un plan mayor, que algún bien inexplicable saldría de estas pérdidas.

 

Pero mi fe empezaba a flaquear. Hubo momentos en los que las dudas me invadieron, preguntándome si realmente había alguna fuerza detrás del dado o si todo había sido solo una ilusión. En un acto de fé ciega, o quizás de búsqueda de redención, subasté muchas de mis posesiones y doné las ganancias a la caridad.

 

Uno de los resultados más difíciles fue deshacerme de mi motocicleta, mi compañera de tantas aventuras y fuente de libertad. El dado dictó que la regalara, en una apuesta alta donde la alternativa era el modelo más reciente. Fue un golpe duro, una pérdida que sentí en lo más profundo de mi ser.

 

Comencé a cuestionar la naturaleza de mi fe. ¿Era mi creencia en el dado lo que traía buenos resultados, o los resultados favorables lo que alimentaba mi fe? Era un ciclo vicioso de pensamiento que no podía resolver. Aún así mantuve mi fe a pesar de los malos resultados, pero esta resolución me sometió a un estrés emocional constante.

 

Este estrés comenzó a afectar mis relaciones y mi comportamiento. Amigos y conocidos se alejaban, desconcertados por mi cambio de fortuna y mi actitud cada vez más errática. Me volví retraído, pasando días enteros contemplando el dado y buscando respuestas que nunca parecían llegar.

 

La vida que una vez estuvo llena de aventuras y oportunidades ahora se había convertido en una sombra de lo que fue. Cada lanzamiento del dado era un recordatorio de lo que había perdido y de la incertidumbre de lo que estaba por venir. La fe que una vez me había dado tanta fuerza y dirección ahora se sentía como una carga, una cadena que me ataba a un ciclo interminable de esperanza y desilusión.

 

Capítulo 9: Cuesta Abajo

 

La espiral descendente en la que me había sumergido parecía no tener fin. Cada decisión tomada a través del dado, que una vez me había traído alegría y sorpresas gratificantes, ahora se convertía en una fuente de angustia y resultados desfavorables. Mi vida, una vez llena de color y aventura, se había vuelto gris y turbulenta, como si hubiera perdido el rumbo en un mar de incertidumbre.

 

Lo más perturbador era que, a pesar de todos estos resultados negativos, no podía dejar de usar el dado. Cada vez que enfrentaba una decisión, por más insignificante que fuera, mi mano automáticamente buscaba el dado en mi bolsillo. Era como si una parte de mí todavía creyera, contra toda lógica y evidencia, que el dado me guiaría de nuevo hacia un camino mejor.

 

Esta dependencia se convirtió en una obsesión. Empecé a pasar horas analizando los resultados pasados, buscando patrones o señales que pudieran explicar lo que estaba sucediendo. ¿Había algo que estaba pasando por alto? ¿Había una manera de recuperar la 'magia' que el dado una vez tuvo?

 

Pero no había patrones o respuestas ocultas; solo una serie de decisiones aleatorias que, al mirarlas retrospectivamente, parecían cada vez más absurdas e irresponsables. Mi vida se había convertido en un caos de mi propia creación, y el dado, una vez un símbolo de aventura y posibilidad, ahora era un recordatorio constante de mi falta de control y juicio.

 

En mis momentos más oscuros, me encontraba cuestionando no solo mis decisiones, sino también mi valor como persona. ¿Cómo había permitido que un simple objeto dictara mi vida de esta manera? ¿Qué decía esto sobre mí y mi capacidad para dirigir mi propio destino?

 

La lucha interna era agotadora. Me sentía atrapado en un bucle sin fin de dependencia y desesperación, sin saber cómo romper el ciclo. La búsqueda de una salida se convirtió en mi principal obsesión, pero la respuesta, al igual que las decisiones de mi vida, parecía estar siempre fuera de mi alcance.

 

Capítulo 10: Todo o Nada

La confrontación interna que enfrentaba se intensificó con cada decisión que intentaba tomar por mí mismo. Lejos de recuperar la confianza perdida, cada elección parecía hundirme más en un abismo de duda y temor. La autonomía que había anhelado ahora se sentía como un peso abrumador, y cada decisión traía consigo una oleada de ansiedad y arrepentimiento.

 

Mis intentos de alejarme del dado solo hacian que aumentara mi sensación de inseguridad. Las decisiones que tomaba a menudo resultaban erróneas o insatisfactorias, reforzando la duda de si alguna vez podría confiar en mi propio juicio de nuevo. La sombra del dado se cernía sobre cada elección, recordándome la certeza y claridad que una vez sentí al delegar estas decisiones.

 

En medio de esta tormenta de incertidumbre y desesperación, una idea oscura comenzó a tomar forma en mi mente. Si el dado había controlado mi vida hasta este punto, ¿podría también ser la llave para mi liberación final? La idea era atemorizante, pero en mi estado de desesperación, comenzó a parecer cada vez más como la única salida.

 

Tomé una decisión que nunca habría imaginado posible. Preparé el dado para la elección más definitiva de todas: deshacerme del dado. Designé los números impares para la conclusión de mi sufrimiento, los pares para continuar mi ahora lamentable vida. Era un momento de liberación o esclavitud, literalmente en manos del azar.

 

Con un corazón palpitante y manos temblorosas, lancé el dado. Observé cómo giraba en el aire, cada vuelta un eco de los giros y revueltas de mi propia vida. Cuando el dado finalmente se detuvo, mi destino quedó sellado. Pero no era el número que significaba el fin. No era mi liberación de este tormento autoinfligido.

 

Lejos de sentir alivio, mi ansiedad solo aumentó. La decisión del dado de no dejarme libre se sintió como una condena a continuar atrapado en este ciclo de dependencia y duda. La ironía era cruel: el único escape que consideraba definitivo también me había sido negado.

 

Ahí estaba profundamente quebrado, enfrentando la paradoja de mi existencia. La única salida que creía posible había sido rechazada por el mismo objeto de mi tormento. El dado, que una vez fue mi guía, ahora se había convertido en mi carcelero.

 

Capítulo 11: Buscando Señales

 

La idea de deshacerme del dado me llenaba de un terror inexplicable. Me había convertido en una especie de talismán, un objeto de poder y maldición. Al contemplar su abandono, sentí una ola de pánico, como si estuviera a punto de perder una parte esencial de mí mismo. En ese momento, me di cuenta de la profundidad de mi dependencia. El dado había dejado de ser una herramienta; era como si se hubiera fusionado con mi ser.

 

En mi desesperación, una idea extraña comenzó a formarse en mi mente. ¿Y si detrás del dado no estuviera el azar, ni el destino, ni siquiera el universo, sino una voluntad superior? Comencé a imaginar el dado como el árbitro en una eterna lucha entre el Bien y el Mal, conmigo como una mezcla de testigo y víctima en este juego divino.

 

Busqué consuelo y respuestas en mis libros de religión y filosofía, ansioso por encontrar alguna forma de hacer que todo tuviera sentido. Mis pensamientos se convirtieron en un torbellino de ideas y teorías, un monólogo mental que buscaba desentrañar el misterio de mi situación.

 

Recordé el concepto del dualismo en la filosofía zoroastriana, donde Ahura Mazda y Angra Mainyu representan la eterna batalla entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal. ¿Era yo, como persona, un campo de batalla para estas fuerzas cósmicas?

 

En las enseñanzas del cristianismo, encontré la idea del libre albedrío, la capacidad humana de elegir entre el bien y el mal, influenciada pero no determinada por fuerzas divinas. ¿Era el dado una prueba de mi libre albedrío, o había renunciado a él al seguir ciegamente sus dictados?

 

La filosofía budista me ofreció una perspectiva diferente, con su énfasis en la superación del deseo y el apego como camino hacia la iluminación. ¿Había caído en la trampa del deseo y el apego con mi obsesión por el dado?

 

Incluso me adentré en el Taoísmo, con su concepción del Tao como el principio fundamental que subyace y unifica los opuestos. ¿Era posible que el dado representara una manifestación del Tao, un equilibrio de fuerzas en constante cambio y armonía?

 

Cada sistema de creencias ofrecía una visión del hombre como campo de batalla entre fuerzas opuestas, ya fueran internas o externas. Pero ninguna proporcionaba una respuesta clara sobre cómo liberarme de la influencia del dado. Me sentía como un navegante perdido en un mar de teorías, sin brújula ni dirección.

 

La noche avanzaba mientras yo luchaba con estas ideas, buscando desesperadamente algún indicio de cómo recuperar mi autonomía y sentido de propósito. El dado, silencioso e inmutable, parecía observarme desde la mesa, un recordatorio constante de mi dilema y de la lucha interna que aún debía resolver.

 

Capítulo 12: La Apuesta Final

 

La búsqueda de una salida a mi dependencia del dado se había convertido en una tarea cada vez más desesperada. Los libros de filosofía y religión no ofrecían una solución práctica, mis amigos se habían distanciado, y la idea de explicar esta situación a un psicólogo me parecía absurda; ¿cómo convencer a alguien de que un simple dado tenía tal poder sobre mi vida?

 

En mi desesperación, decidí buscar ayuda fuera de los caminos convencionales. Recordé haber escuchado sobre un chamán local, conocido por su sabiduría y su capacidad para tratar problemas espirituales y metafísicos. Con pocas opciones restantes, me dirigí a él en busca de guía.

 

La ceremonia que el chamán realizó fue sumamente intensa. Había cánticos, humo de incienso, y una atmósfera que parecía trascender la realidad ordinaria. Al final de la ceremonia, el chamán se sentó frente a mí, su mirada penetrante y sabia.

 

Le expliqué mi situación con el dado. Él escuchó en silencio, asintiendo ocasionalmente. Cuando terminé, sus primeras palabras resonaron con una claridad sorprendente: "Estás bajo el influjo del dado porque tú mismo decidiste darle tu poder de decisión. Solo el dado puede devolverte ese poder."

 

Le conté sobre mi intento de liberarme con un lanzamiento del mismo dado, y cómo había incluido una posibilidad para deshacerme de él. El chamán me recriminó por intentar engañarme a mí mismo y al universo con un acto tan desequilibrado. "Debe ser un acto justo y balanceado", dijo con firmeza. "Si realmente deseas liberarte del dado, debes darle solo dos opciones: en una, te liberas del dado; en la otra, el mundo se libera de ti. Solo así estarás actuando con verdadero equilibrio y enfrentando las consecuencias de tu elección."

 

Las palabras del chamán resonaron en mi interior. Sabía que tenía razón. Mi intento anterior había sido un medio para evitar la verdadera decisión, un acto de cobardía disfrazado de valentía. Ahora me enfrentaba a un verdadero dilema, una elección que definiría mi destino de una manera definitiva.

 

Con un corazón pesado y una mente llena de dudas, regresé a casa. El dado, que ahora parecía más pesado y ominoso que nunca, me esperaba. Sabía lo que tenía que hacer, pero la magnitud de la decisión me aterrorizaba. Era un acto final, un último lanzamiento que determinaría no solo mi futuro con el dado, sino también el curso de mi propia existencia.

 

Capítulo 13: El Último Giro

 

La decisión de realizar el lanzamiento final me consumía. Sabía lo que debía hacer, según las palabras del chamán, pero cada vez que intentaba anotar las dos opciones definitivas en mi libreta, mi mano se paralizaba. ¿Era mi instinto primario de supervivencia el que me impedía escribir esas palabras fatídicas? Cada intento terminaba en frustración y una creciente sensación de desesperanza.

 

Decidí pasar los siguientes días posiblemente como los últimos de mi vida. Me reuní con los pocos amigos que me quedaban, compartiendo momentos que intenté hacer significativos, aunque mi mente estuviera en otro lugar. Arreglé el destino de mis pertenencias, dejando instrucciones claras para el caso de que el dado decidiera liberar al mundo de mi presencia.

 

A pesar de la tristeza que me envolvía, había un extraño sentimiento de esperanza. La idea de liberación, ya fuera de la vida o del dado, se había convertido en una obsesión. Sin embargo, la incapacidad de escribir esas opciones en la libreta me atormentaba. ¿Cómo podía superar este bloqueo?

 

Esa noche, mientras intentaba dormir, las palabras del chamán resonaban en mi cabeza. ¿Había algo más que debía preguntarle? ¿Alguna clave que me hubiera perdido para superar mi miedo y realizar el lanzamiento final?

 

En medio de mi inquietud, caí en un sueño profundo. Sorprendentemente, me encontré con el chamán en el sueño. Su figura apareció ante mí, etérea pero claramente definida. "El problema", me dijo con una voz que resonaba con autoridad y sabiduría, "es que intentas separarte del dado. Te has vuelto tan dependiente que la separación ya no es posible. Debes hacerte uno con el dado. Sella tu suerte con la suya."

 

Desperté sobresaltado, con el eco de sus palabras aún en mis oídos. Hacerme uno con el dado... ¿qué significaba realmente eso? ¿Cómo podía unir mi destino al de un objeto que había dictado cada aspecto de mi vida durante tanto tiempo?

 

Pensé en todo lo que había pasado, en las decisiones tomadas, en las oportunidades perdidas y ganadas. El dado había sido mi guía, mi consejero, mi verdugo, y ahora, según el chamán, debía convertirme en uno con él.

 

Capítulo 14: Unión con el Destino

 

La imagen del chamán y su mensaje resonaba en mí, llenándome de una mezcla de miedo y claridad. A mi lado, en la mesita de noche, descansaba el dado. Parecía retarme, su presencia inanimada desafiante en el silencio de la madrugada.

 

Mientras observaba el dado, comencé a reflexionar sobre cómo hubiera sido mi vida sin él. ¿Habría tomado decisiones diferentes? ¿Habría sido más feliz, más libre? Estas preguntas me llevaron a una profunda introspección. Lentamente, una comprensión comenzó a amanecer en mí: el libre albedrío y el destino, lejos de ser fuerzas opuestas, eran en realidad manifestaciones de la misma verdad. Cada decisión, cada giro del destino, eran parte de un tapiz más amplio que yo había ayudado a tejer, con o sin el dado.

 

Esta nueva perspectiva arrojó luz sobre toda mi vida. Las victorias y las derrotas, los momentos de alegría y los de desesperación, todo había sido parte de un viaje que era intrínsecamente mío, independientemente de la influencia del dado. La verdadera libertad, comprendí, no venía de dejar el dado o de seguirlo ciegamente, sino de aceptar cada momento como una parte integral de mi existencia.

 

Con esta revelación en mi corazón, tomé una decisión. Abrí mi mejor botella de vino, un reserva que había guardado para una ocasión especial. Esta era, sin duda, esa ocasión. Me serví una copa llena, el líquido rojo reflejando la luz tenue de la habitación, y tomé un largo sorbo, saboreando su complejidad y profundidad.

 

Con la copa en una mano y el dado en la otra, me sentí más en paz de lo que había estado en mucho tiempo. No era una paz nacida de la certeza, sino de la aceptación. Aceptación de la incertidumbre, del misterio de la vida, y de mi papel en ella. Levanté el dado, sintiendo su familiar peso y textura. Esta vez, sin embargo, no era un peso de temor o dependencia, sino de reconocimiento. Era el momento de actuar, de cerrar este capítulo de mi vida de una forma u otra.

 

Con un movimiento deliberado, lancé el dado al aire. Giró y giró, un baile de sombras y luz, de posibilidades y destinos. En ese instante, supe que, fuera cual fuera el resultado, estaba listo para enfrentarlo. Había encontrado mi camino, no a través del dado, sino a través de mi comprensión de él y de mí mismo.

 

Epílogo

 

En el momento en que el dado dejó mi mano, el tiempo pareció ralentizarse. Cada giro del pequeño objeto metálico era una danza hipnótica de luz y sombra, un reflejo de los innumerables momentos que había vivido bajo su influencia.

 

Mientras el dado giraba en el aire, imágenes de mi vida comenzaron a desfilar ante mis ojos. Vi los caminos recorridos, las decisiones tomadas, las alegrías y las tristezas, todo enmarcado por la constante presencia del dado. Era como si cada aspecto de mi existencia estuviera encapsulado en ese pequeño objeto giratorio, un microcosmos de mi historia personal.

 

El dado alcanzó el pico de su arco y comenzó su descenso hacia la mesa. En ese instante crítico, algo dentro de mí se activó, un impulso profundo e incontrolable. Mi mano, moviéndose con una rapidez sorprendente, se lanzó hacia el dado en un movimiento casi instintivo.

 

Atrapé el dado en el aire, justo antes de que pudiera sellar mi destino. Sin una pausa, casi sin pensarlo, lo llevé a mi boca y lo tragué en un acto impulsivo y definitivo. La otra mano, siguiendo el mismo impulso irrefrenable, me llevó la copa de vino a los labios. Di un gran trago, sintiendo el líquido mezclarse con el peso frío del dado en mi garganta, bajando juntos en un acto de unión final.

 

En ese momento, supe que había trascendido el juego. Ya no era un participante en el caprichoso baile del azar y el destino. Al tragarme el dado, había roto la barrera entre el jugador y el juego, entre el hombre y su destino. Ahora, éramos uno y lo mismo.

 

El choque de esta realidad fué abrumador. La habitación giraba a mi alrededor, y una sensación de poder y desesperación se mezclaba dentro de mí. Había buscado la libertad del dado, pero en lugar de eso, me había fusionado con él de la manera más íntima y definitiva posible.

 

El epílogo de mi historia con el dado no fue un final, sino una transformación. En mi búsqueda por liberarme de su influencia, me había convertido en el dado mismo. Lo que eso significaba para mi futuro, solo el tiempo lo diría. Pero una cosa estaba clara: la línea entre mi voluntad y el azar, entre yo y el dado, ya no existía.

FIN

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