Uno de los principios básicos de manejar una moto es que a donde se fija la mirada es hacia donde se dirige la moto. Es como una clase avanzada en filosofía de vida: el enfoque determina la dirección. La anticipación mental es clave para afrontar cualquier curva, ya sea en la carretera o en las decisiones personales.
Este principio también funciona al ver a donde no quiero ir. La moto se dirigirá precisamente hacia allá, sin importar si no quiero. Cuando veo una piedra en el camino, trato de no verla demasiado tiempo, solo el necesario para ubicarla, y me concentro en la linea que la evite. De igual manera, lo último que quiero es recordar esas imágenes impactantes de accidentes que alguna vez vi. Supuestamente deberían hacerme más cauteloso, pero en realidad me sacan de mi balance. Es como si esas imágenes me desviasen de mi camino, en lugar de mantenerme en él. Mirar a donde no quiero ir solo aumenta las probabilidades de terminar justo ahí.
La moto y la vida nos llevan en la dirección hacia donde vemos, no a donde queremos. Es solo cuestión de aprender a controlar la vista.