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Un lugar para disfrutar de la doble aventura de vivir a fondo y pensar con claridad.

Los motociclistas somos como los centauros modernos. Los centauros son criaturas mitológicas con el torso humano y el cuerpo de un caballo. Al igual que ellos, nosotros formamos una unión casi mágica con nuestras "otras mitades" mecánicas para navegar con destreza y libertad, experimentando la vida desde una perspectiva que muchos no llegan a conocer.

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Los que viajamos en moto, tenemos una gran ventaja: pasamos bastante tiempo encerrados en el casco. ¿Por qué es una ventaja? Porque nos desconectamos del ruido del día a día y al mismo tiempo nos llenamos de sensaciones que nos encantan. En esa soledad del casco, tenemos tiempo para fabricar ideas. Estamos ocupados manejando, así que casi toda nuestra atención está en el camino. Pero la mente sigue trabajando, y van surgiendo pensamientos que reflejan lo que vemos y sentimos mientras rodamos.

Lo que aquí escribo, son esas reflexiones que me surgen en las rodadas. Lo curioso es que cuando me detengo y me quito el casco, la mayoría de esas ideas se desvanecen rápidamente. A veces regresan al continuar el viaje, pero rara vez duran hasta el final. Guardo tantas experiencias cada día, que cuando platico con mis amigos de rodada sobre lo que hemos vivido, no queda mucho espacio para profundizar esos pensamientos.

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Altopiano del Renon, Ritten 

Aún no han dado las 8 de la mañana y ya estoy llegando a la parte más alta de esta ruta. La moto parece contenta; la mantengo a 3,000 rpm en 3a marcha. Podría acelerar un poco más, pero me perdería de las increibles vistas del valle a mi derecha.

Uno de los principios básicos de manejar una moto es que donde fijas la mirada es hacia donde se dirige la moto. Es como una clase avanzada en filosofía de vida: el enfoque determina la dirección. La anticipación mental es clave para afrontar cualquier curva, ya sea en la carretera o en las decisiones personales.

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A veces salgo de la carretera principal y exploro rutas secundarias. Podría encontrar vistas increíbles o aprender algo nuevo que haga que el viaje —y el destino final— sea aún más significativo.

Cada decisión que tomo, cada parada en el camino, forma parte de acercarme a mi destino. 

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Mientras ruedo, siento la moto como una representación mecánica de mi mismo: cada componente, desde el motor hasta los frenos, representa diferentes aspectos de la vida, como el trabajo, la familia y las pasiones.

Imagino que el motor es el impulso y los objetivos, los frenos son los límites y el autocontrol, y el ECU y los sensores son la autoconciencia y la adaptabilidad.

El truco está en comprender cómo todo se conecta y trabaja en armonía. Cuando se logra, conducir por la carretera de la vida se siente como una experiencia liberadora. Se me ocurre que esto podría llamarse "Ingeniería Personal".

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